Una semana, empezó la travesía

Ya hace una semana que arribamos a Puerto Madero, el destino final de nuestro viaje y el comienzo de nuestra travesía. Varias veces he puesto las manos en el teclado, pero nunca me respondieron. Solo salían relatos de situaciones que fueron contadas en otros momentos, que ya están escritas. Es difícil el aterrizaje y en mi caso fue forzoso.
Dicen que este es el momento de andar con paso firme, pero tanto tiempo en el Agua me hizo perder esa habilidad, al punto tal que desde el sábado estoy con un esguince de tobillo y desde ayer con un yeso.
Hay tantas cosas para contar, pensar, actuar, andar y desandar lo vivido. Pero está tan brava la realidad por estos lados que da miedo e incluso vergüenza ponerse a hablar de lo nuestro.
Hoy en todas las casas de Gualeguaychú se discute sobre si debe seguir o no el corte de la ruta. Algunos piden gestos, otros no piensan aflojar ni aunque vengan degollando, otros dicen que se puede levantar el corte "por un tiempo" y a otros nos cuesta tomar posición, porque la realidad es mútiple por estos lugares y quienes deben aportar soluciones (gobiernos) no pueden ver más allá de sus hombligos. Lo cierto es que con o sin bloqueo de rutas las situción es muy candente por acá. Pero parece que esto no es lo importante.
Cuesta mucho contar que lo que vivimos en Buenos Aires fue parte del sueño. Los primeros pasos por esa ciudad fueron muy contrastantes. Imaginen: después de dos meses de río, selva, monte, arena, sol, paz; salir del bote en las putrefactas aguas del puerto de Buenos Aires, caminar unos pocos metros hasta una escalera de madera cubierta de grasa, subirla, y una vez arriba chocarse con una multitud que camina corriendo por la baranda del puente de Avenida Córdoba, cruzar esa calle con autos que nunca se detienen y yo de bermuda, sombrero de ala ancha, musculosa y un remo en la mano. Fue muy fuerte.
Ese fue el momento en el que me dí cuenta que debía volver al Agua, pero ya era tarde. Ahí estaban los canales de televisión, las radios y sobre todo, nuestros amigos y familiares, compañeros fundamentales de El Agua MANDA.
Hoy solo puedo agradecer a todos aquellos que nos ayudaron y acompañaron de diferentes formas en cada parte del recorrido, miles de aguamanderos anónimos que aportaron su granito de arena: los que nos apoyaron económicamente sin pedir explicaciones o compraron una remera. Los que ayudaron a levantar los botes y (aunque no creian que fueran tan pesados como les adevertíamos) siguieron haciendo fuerza; los que nos invitaron a comer, nos llevaron a sus casas, nos abrazaron, nos besaron. A los que arrimaron una bebida fresca o les comentaron a sus amigos, los que nos esperaron y, aunque tardamos, siguieron esperando. Los que sonrieron, los que se emocionaron y lloraron. Es difícil nombrarlos a todos, solo queremos que sepan que fueron parte, que remaron con nosotros y que desde bien adentro de nuestras almas queremos decirles muchas, pero muchas cracias por creer en nosotros.