jueves, enero 05, 2012

Expedición a la tierra sin mal


Por Nahuel Maciel.

Enseñan los guaraníes, que la Tierra sin Mal es un lugar accesible sólo para los vivos, pero al que se llega únicamente cuando se habita en cuerpo y alma. Allí no hay muerte ni eternidad, sino la perenne vitalidad de ser con el otro y ser parte del paisaje. Y en esa diversidad vivir el encuentro de culturas, de formas de vida, para que lo cotidiano sea transcendente. Es un lugar y son todos al mismo tiempo.
El Agua Manda, un grupo que nació en 2005 al calor de la lucha ambiental contra Botnia, y que se ha consolidado teniendo como premisa “ríos libres para pueblos libres”, realizó este año una expedición en kayak para unir las nacientes del río Paraguay en el Estado de Mato Grosso, Brasil, con el puerto de Buenos Aires, recorriendo cuatro mil kilómetros por ríos y pueblos.

Esa excursión se llamó “Expedición a la Tierra sin Mal, en defensa de los ríos libres” y partió de Gualeguaychú el 8 de mayo luego de la Marcha de la Asamblea Ciudadana contra la presencia de Botnia-UPM.

Juan Martín Rivas, Hermann Feldkamp y Ezequiel Vela fueron los expedicionarios que se aventuraron a partir de la división de las aguas que vincula hacia el norte a la cuenca Amazónica y hacia al sur a la cuenca del Río de la Plata.

En diálogo con El Argentino, los jóvenes indicaron que esta expedición a la Tierra Sin Mal alude de manera directa a la sabiduría del pueblo guaraní que ve el paraíso en la naturaleza, en su propio mundo. “Fuimos al corazón del mundo guaraní, atravesamos el Gran Pantanal, como una forma de homenaje a esta cultura milenaria y de advertencia y protesta por la cultura consumista occidental que todo lo destruye porque ha perdido la dimensión del hombre en la tierra”.

El complejo de Chapada dos Guimarães en el Estado de Mato Grosso, más precisamente en la localidad de Diamantino, fue el punto de partida para regresar “a casa”.

“Se trata de una sierra que vuelca sus aguas a ambas cuencas, la Amazónica y la del Plata”, aclaró Feldkamp. “Y es el centro geográfico del continente centroamericano. Las entrañas de nuestro continente. Allí nacen siete u ocho ríos hacia el Amazonas y la misma cantidad hacia el Río de la Plata y es la tierra con una de las mayores biodiversidades que existen”, completó Rivas.

El 18 de mayo fue la partida de Diamantino. “Tuvimos una despedida muy emotiva porque fueron las autoridades de la comuna en conjunto con alumnos de escuelas primarias y secundarias. Era mucha la gente que nos daba energías”, recordó Rivas. “Nosotros éramos desconocidos en esas tierras y esos paisajes eran desconocidos para nosotros. Pero no éramos extranjeros, nunca nos sentimos forasteros ni exóticos; sino ciudadanos del río y de la tierra”, referenció Feldkamp.

Partieron con la consiga de ríos libres para pueblos libres, “porque entendemos que la preservación de los ríos es para nosotros y los que vendrán la propia vida”, relataron. Partieron sabiendo que por delante quedaban cuatro mil kilómetros de incertidumbre pero también de humanidad.

Los primeros días el avance fue lento por el gran follaje, la espesura verde que se abraza en la orilla a través de sus imbricadas lianas. El misterio de la selva se presentó en todo su esplendor. “Recién a los cuatro días vimos los primeros rostros humanos. Habíamos llegado a la comunidad Umutina que aglutina a siete etnias. Fuimos recibidos por una cacique mujer”. El diario de viaje registra que los llevaron a conocer la selva, les dieron medicina de esa floresta, les regalaron un remo hecho por ellos y como corresponde, los autorizaron a continuar su viaje hacia la Tierra sin Mal.

Luego de navegar 580 kilómetros hasta las puertas del Gran Pantano, en la ciudad de Cáceres, Brasil bien adentro, bien profundo, los expedicionarios tomaron contacto con brasileños que nunca habían estado con argentinos. “Fue una experiencia muy fuerte, saber que a pesar de los siglos y siglos de relaciones y vecindad, éramos casi los primeros argentinos que tomaba contacto directo con ellos”.

Cáceres es el pueblo que les abre, los transporta el Gran Pantanal. Recorrieron 1.200 kilómetros del pantano más extenso del mundo.

El Gran Pantanal es una llanura aluvial que cubre la parte más occidental de Brasil, algunas partes de Bolivia y de Paraguay. En la época de la conquista española se le puso el nombre de Laguna de Jarayes a este humedal que es el más grande del mundo, ubicado en la región del Mato Grosso y Mato Grosso do Sul brasileño y que tiene 200 mil kilómetros cuadrados. “El Pantanal es conocido como Laguna de Jarayes o Xarayes, que referencia a los pueblos indígenas conocidos como Guatos”, explicó Rivas.

Atravesar el Pantanal tiene sus dificultades: mosquitos, insectos, el propio pantano con sus aguas pesadas, sus meandros, sus camalotales llenos de trampas y anacondas al acecho. Los expedicionarios tuvieron una buena señal: las golondrinas, también peregrinas y expedicionarias, estaban migrando hacia Argentina. Remaban en el aire casi a la misma velocidad que los kayak. La exuberancia se hizo amiga y a pesar de que navegaron por una de las creciente más grande de los últimos años, el Agua Manda pudo remar gracias a la solidaridad de los pueblos ribereños. “Sin ellos jamás hubiéramos podido completar la travesía”, reconocen.

“Las grandes corporaciones quieren matar a este santuario que es el pantanal. Lo quieren hacer navegables para los grandes buques mercantes. Por eso nuestro grito es para que paren de matar al pantanal”, dicen a manera de oración los del Agua Manda.

La principal ciudad del pantanal se llama Corumbá, ubicada en la frontera con Bolivia. Allí se quedaron un tiempo, hermanados con una ONG que se llama “Paz y Naturaleza Pantanal”, y que fue creada por niños. “Los niños le dijeron a sus padres que querían hacer algo para proteger al gran pantanal y así nació esta ONG”, registró con más esperanza que asombro el Agua Manda.

“Estábamos en un paraíso ecológico, en un santuario de vida como nunca antes habíamos visto”, describieron los expedicionarios. La belleza se alimenta de innumerables especies de flora y fauna, tan diversa como pocos lugares del planeta puede hoy compartir. “Es el gran hogar de plantas, mariposas, insectos, aves, serpientes, reptiles, peces y mamíferos. El yacaré y el yaguar, pero también la nutria grande de río y el pecarí, el tucán y el guacamayo, entre innumerables seres nos iban indicando que el misterio de la selva es dulce y halagüeño si uno va en paz”.

Así comenzaron a navegar hacia la República del Paraguay. En un tramo muy corto anduvieron por Bolivia, Paraguay y Brasil, en esa otra triple frontera. Sus ojos se maravillaron con las palmeras caranday mezcladas con las formaciones volcánicas. Una magnitud difícil de describir les embargó el aire que respiraban ante este paisaje que los rodeaba como un abrazo. Bandadas de papagayos, tucanes, tapires, monos, yacarés, carpinchos fueron testigos de este encuentro por los ríos y pueblos libres. Fueron quinientos kilómetros de un paisaje más nuevo que virgen.

Atravesar el río Paraguay demandó una gran logística que se pudo completar en quince días. Esto da la perspectiva de la dimensión de la travesía. La amenaza principal era la pantera, el yaguar, que es uno de los más grandes de América. “La sentimos en cada remada. Y aunque no la viéramos, sabíamos que ella nos observaba constantemente. Estamos convencidos de que nuestros caminos se cruzaron, que tal vez nuestras miradas dialogaron el lenguaje ancestral de quienes andan en la Tierra sin Mal y por eso el yaguar nos dejó pasar y hasta nos dio protección”, dicen sin misticismo pero con trascendencia sagrada.

“Vimos un yaguar muerto flotando en el río y fue un símbolo de la realidad actual de la relación del hombre con el río”, reconocen con tristeza. Fue como una metáfora de la cultura de la muerte que ronda a este maravilloso río y que se expresa en las bestias negras de las represas, en la huella que deja la Parca a través del desgarro de los desmontes, en el infierno absoluto que implica todo el proyecto de la Hidrovía Paraguay-Paraná.

Paraguay es una Nación que ha padecido el desprecio de Brasil y Argentina. Es un pueblo sensible y es uno de los pocos países -junto a Bolivia- que tienen como lengua oficial al idioma de sus pueblos originarios.

La expedición ahora se encuentra en el umbral del Chaco Paraguayo. Y el diario de viaje marca que es julio y se avecina el invierno…pero también que ya habían recorrido casi la mitad de la travesía.
“No estábamos cansados en el sentido habitual del término. Estábamos entusiasmados porque descubríamos, una vez más, que no estábamos solos y que el Agua Manda es un torrente que se expresa en todos los idiomas y al igual que el río, nos alimenta”.

Por el río Paraguay fueron recibidos por el pueblo Chamacoco. “Nos atendieron como hijos propios y con su bendición seguimos nuestro camino por el río. Una vez más, aprendimos que el diálogo era posible, pero fundamentalmente necesario”, dicen luego de haber surcado el río, de haber “caminado” esos caminos que caminan.

A partir de esta región, se fueron adentrando al Chaco Paraguayo, “que es semejante a nuestro Chaco. Y al igual que en Argentina, las tierras están siendo compradas por grandes corporaciones a los pequeños productores y siembran sojas y usan indiscriminadamente los agrotóxicos. Se desmontan 900 hectáreas diarias. El jardín de América está siendo diezmado. Una vez más necesita de la ayuda, pero le han declarado una sorda guerra económica, de dominación, tal como fue alguna vez la Guerra de la Triple Alianza”, dicen en el Agua Manda para comprender el ecocidio que se avecina.

Aquí la vegetación cambia. De un lado del río, la selva sigue siendo exuberante, diversa, misteriosa; y del otro prevalece el monto espinoso, la sequedad, el polvo, la pobreza.

En agosto llegaron a Asunción del Paraguay. “Nos recibieron con fuegos artificiales. Fueron las autoridades, los barcos, la Prefectura, los estudiantes, el pueblo trabajador”, dicen a manera de gratitud. Allí descubrieron la riqueza de los que no tienen nada, de esos hombres pobres y ricos en pertenencias e historias. El diario de viaje deja una huella indeleble, un rostro. Un señor de cincuenta años, avejentado por la intemperie y la escasez. No hablaba ni una gota de español, pero su alegría era universal y se expresó con todas las letras. Era alto como una espiga, y los alimentó como una espiga. “No nos hizo faltar la mandioca con el arroz. Retenemos el nombre, pero lo más importante es su rostro, porque en su mirada estuvieron todas las miradas de esta travesía: el Agua Manda también era él y todos.

Pasaron por Asunción, siempre por el río Paraguay. “Tocaron” Argentina por primera vez cuando llegaron a Clorinda, Formosa, en la desembocadura del río Pilcomayo. “Se nos presentó de alguna manera una tierra más conocida. El idioma ya no era extraño, las noticias eran familiares, pero igualmente el mundo nos siguió pareciendo un misterio como la vida misma”, dice Rivas para dar cuenta que a cada remada, a cada paso, en cada día hay que dar cuentas cómo uno construye su humanidad y su sentido de pertenencia si quiere alguna vez ser ciudadano de la Tierra sin Mal.
Un buque petrolero chocó contra una barcaza de transporte de granos y explotó. Murieron cuatro personas. “Las autoridades nos encomendaron salir a la búsqueda de los cuerpos, porque los kayak navegan en lugares que otras embarcaciones no pueden hacerlo. Fue una experiencia que también nos indicó el valor de la vida”, recordó Feldkamp.

Llegaron a Paso de la Patria, Corrientes, y ya la tierra era totalmente Argentina en ambas orillas. “Empezamos a navegar el Paraná, ese pariente del mar, que nos recibió otra vez con sus grandes barrancas, sus miles de islas”, indicó Rivas y Feldkamp agregó: “Sus montes nos cobijaron en nuestros campamentos y a medida que nos acercábamos a los pueblos industriales como Rosario, nuestra tristeza empezaba a crecer porque veíamos que la cultura de la muerte se imponía a nuestro paso”.

De Rosario bordearon la Provincia de Buenos Aires: San Pedro, Baradero, San Nicolás, Zárate, Campana, Escobar, Tigre y finalmente Puerto Madero. Era el 6 de octubre y el fin de la travesía. Llovía mucho. Esta vez el río se hacía vertical, casi como un velo que dejaba mostrar que la Tierra sin Mal está en cada alma

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